Mucho trabajo por delante |
He tenido que redoblar mi
esfuerzo en la huerta, pues con tanta lluvia se lleno de malas hierbas y me he
visto obligado a retirarla con el fin de facilitar las labores de repartición
del estiércol; todo ello ha retrasado, este año, la plantación de repollos en más
de quince días; seguro que serán más pequeños. He ido hasta Astorga para
comprarlos, pues los martes son los días que montan el mercadillo en esta
ciudad, ya que era el día que tenía previsto acercarme al pueblo y así, de paso,
también aproveché para tratar de localizar algún hilo que me pudiera servir para
el montaje de mis ahogadas, en esta ocasión no hubo suerte.
Astorga y su mercadillo |
Me gusta recorrer esta ciudad milenaria en la que
viví durante tres años cuando estudiaba el bachillerato, aun recuerdo el sabor
de los pinchos de tortilla picante del bar la Guitarra que, diligentes, degustábamos
en el recreo de las once de la mañana.
Pero ese tiempo pasó. Hay un proverbio árabe que describe muy bien que el tiempo pasado es eso, pasado: “ Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada”.
Pero ese tiempo pasó. Hay un proverbio árabe que describe muy bien que el tiempo pasado es eso, pasado: “ Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada”.
José Manuel con uno de sus tractores |
Esta semana José Manuel me llevó dos cazos de estiércol
de oveja con el tractor para el huerto, lo que supuso posponer la
pesca hasta el viernes.
Resultados después del trabajo |
Eran
las 12,00 horas cuando aparqué el coche cerca de Torneros de la Valdería
y, allí, me encontré con un pescador que pasaría de los 80 años; me
comentó que era de la Bañeza. Hablamos durante un buen rato de nuestras amigas
las truchas y por supuesto del río. Cuando cogió un poco de confianza conmigo,
después de comentarle que era un ribereño de Pinilla de la Valdería, se
arrancó a recitar parte de unos versos inspirados en el río Eria que él había
compuesto hace unos cuantos año a la vera del cauce; fue enternecedor ver
como se emocionaba, quizás por la nostalgia de un tiempo pasado en el que
acudía al río, como me comentó, con el coche lleno de amigos. Ahora, me dijo, sólo
venimos cuatro locos apasionados por el entorno y, como podrás ver, cada
pescador con su coche. Después tomamos ambos la margen derecha del río en
sentido contrario y sólo nos llegamos a encontrar en una ocasión, en
la que me comentó que, únicamente, había pescado una trucha pequeña; yo le
informé que sólo había sacados dos, que no daban la medida, con la ninfa faisán
que llevaba de rastro.
Ninfa faisán, campeonas de las pequeñas |
Sobre
las 12,45 horas me encontré a otro pescador, como de unos setenta años, este,
al igual que el primero, pescaba con la clásica cuerda leonesa; iniciamos
nuestra corta conversación aceptando que las truchas aún no tenían ganas de
comer en superficie; le comenté que en una gran tablada que hay unos doscientos
metros río abajo, el otro día, había visto una nutria. Me preguntó si la vi en
el agua y le dije que no, que escudriñaba la margen izquierda del río en el
sentido contrario al discurrir del agua abarcando como unos dos metros. Tras la
información que le facilité proclamó, con rotundidad, que se trataba de un visón,
le dije que a mí me había parecido una nutria, pero sostuvo su criterio
afirmando que había dos más en una tablada por la parte arriba del pueblo,
y que habían aparecido por el río hace unos años a raíz de una suelta que un
grupo de ecologistas realizó en una granja. Prosiguió diciendo que, estos
visones, han terminado hasta con las ratas que había. Ante tanta abrumadora
información asentí, nos despedimos y me prometí a mi mismos consultar imágenes
a través de Internet de estos mustélidos. Después de verlas creo que tenía razón
y se trataba de un visón.
¡Pequeñas, pequeñas! |
Hasta las tres de la tarde sólo pesqué pequeñas y
no en los sitios predecibles, como la gran tablada de las peñas enriscadas que
cortadas rompen sobre el agua.
Piedra y agua en el río Eria |
Como
la ninfa sólo me daba trucha pequeña, a partir de las tres de la tarde la retiré,
reorganizando mi cuerda en la que coloqué un paja de ahogado, un violeta de
semiahogado, un tabaco brincado de un color vino de semibailarín y el
pardón de bailarín.
Fue una jornada bonita de pesca por una zona distinta con complicados
accesos al río; en resumidas cuentas, una zona rompe piernas que agota,
sobre todo, en el inicio de la temporada.
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