ESLA, ULTIMA JORNADA

Con las primeras lluvias de otoño las hormigas han reforzado las entradas a los hormigueros

   EL lunes al levantarme lo primero que hice fue encender el ordenador y comprobar si había algún  permiso sobrante para el coto de Quintana de Rueda. Quedaba uno y me ocurrió como a las truchas cuando ven que su comida favorita bate alas en retirada. Lo atrapé.

El momento de la lucha

   Quería dar por finalizada esta temporada de pesca en mi coto favorito que no es otro que el de Quintana de Rueda en el río Esla,  y recorrer las chorreras y tabladas donde  tan buenos ratos he pasado. No obstante tengo que decir que este año  en la parte baja del coto la población de truchas se ha visto considerablemente mermada respecto a años anteriores. Desconozco las causas.

Después de la lucha la entrega

  Ayer las condiciones climáticas fueron de las que me gustan para un día de pesca en el Esla: nublado, templado, a ratos lloviznando. En resumen un día diez. Sin embargo desde las 12,30 hasta las 14,15 horas en que pesqué la primera el río parecía que estaba muerto. Había colocado unos mosquitos de entretiempo, pero, sin embargo, la primera agarró al paleta 3277 brincado en vino clarete. 

Continué con la misma cuerda durante una media hora más y sólo cogí una al mismo mosquito, así que, viendo las bonitas ondas  que organizaban algunas truchas al comer y que la cuerda les pasaba por encima  sin tomar los señuelos, opté por reformar el aparejo y montar uno con siete mosquitos, todos de temporada de verano. Los resultados fueron inmediatos,  entrando en un principio al salmón claro montado con el hilo Madeira 1019. Tampoco se portó mal el rosa hecho con el hilo número 3202 de Siltek  (antigua Paleta) y sin lugar a dudas el mejor el 3277 de la Paleta, tanto el brincado en amarillo huevo como en el color  vino clarete, quizás algo mejor este último. El peor la saltona montada con el 3277 de abdomen y tórax 1019, que sólo me cogió una.

En un lugar del coto de  Quintana de Rueda

   Frente al pueblo de Rueda del  Almirante aparcamos cuatro vehículos, quizás sea el tramo que más truchas tiene de todo el coto, encontrándonos cuatro pescadores zurrándolas en una misma tablada. Tres estábamos pescando a la leonesa y uno a mosca seca. Solución,  tomar aguas arriba a una zona de más difícil acceso donde las truchas están más tranquilas; allí me pasé toda la jornada, yo sólo,  pescando dos tabladas enormes con sus correspondientes corrientes. Cuando finalizaba en una punta retornaba al principio y vuelta a sacar truchas. 

Pescada con el Madeira 1019

   A mis glándulas suprarrenales les exigí su mayor esfuerzo cuando una gran trucha, sobre las 16,00 horas,  después de los correspondientes tirones, me arrancó del aparejo una de mis moscas ahogadas. El lugar, como suele ser habitual,   aguas arriba en la entrada a un pozo al lado de un salguero. Ese suele ser su sitio y, año tras año,  ahí se posicionan siempre las grandes truchas. Se fue sin dar un solo coletazo. Se fue por su fuerza. No obstante tengo que reconocer que estos mosquitos no eran nuevos y el atar varias veces un mismo mosquito debilita considerablemente el nailon del codal. Creo que la balanza se hubiese inclinado a mi favor si mi tanza del 18 hubiese sido nueva. 

   Ha sido una bonita jornada de despida de la temporada de pesca. Ahora a esperar a que salga la nueva Ley de Pesca de Castilla y León y su reglamento. Volverán los conceptos confusos y las interpretaciones interesadas.  Que si el guarda tal dijo esto, que si el otro guarda dijo lo otro. Con la feria de la Vecilla iniciaremos la próxima temporada y, mientras tanto, para quitar la morriña,  a releer historias pasadas y a montar nuevos mosquitos con codales nuevos que se lo pongan más difícil a las grandes truchas. Para el próximo año practiquen la pesca y relájense. No se compliquen la vida, porque nunca se ha oído  a alguien que haya salido vivo de ella, según dicen.

El otoño en el Esla

  Por cierto, no sé si a otros pescadores les pasa lo mismo que a mi,  pero ayer, durante la jornada de pesca,  no pude quitarme de la cabeza el tararear una canción una y otra vez: Los pollitos dicen pío, pío, pío, cuando tienen hambre cuando tienen frío. Es lo que tiene tener una nieta de dos años y nueve meses. Llega a convertirse en odiosa la letra, la sintonía y el pollito. ¡Vaya día que me dio el pollito!