El
lunes dediqué el día al huerto y a una pequeña parcela en la que he sembrado
algunas patatas, sandias, melones, pimientos, cebollas, puerros, lechugas,
calabacín, repollos y alubias para judías verdes ( aunque en mi pueblo siempre
se las ha conocido como fréjoles).
Ya se comienzan a ver los frutos |
No
hace el calor que debería hacer, no obstante este tiempo es inmejorable para
las patatas, no así para mis sandias y melones que precisan de temperaturas
altas.
Demasiada ciruela, será pequeña |
Tengo un topo en el huerto, que este año me está ganando
por goleada, no obstante, yo la guerra aún no la he perdido. El pasado jueves
regué el huerto y a las cuatro horas me levantó el primer montículo, lo pisé y
me propuse estar al acecho a ver si lo localizaba trabajando y darle un
garrotazo, así que, cada media hora muy sigilosamente, para que no detectara
mis pisadas sobre el terreno, me
acercaba a echar una ojeada con la azada en la mano. En uno de esos ojeos
compruebo que ha levantado dos
pequeños montículos, me voy acercando muy despacio y cuando estaba como a metro
y medio veo que la tierra en uno de ellos se mueve así que me dije esta es la
mía y me precipite con la azada en
ristre sobre el promontorio atizándole un azadazo. Pues no le di, estaba a más
profundidad que la longitud de mi herramienta y no lo alcance, pero el susto
debió ser macanudo. Para el siguiente riego lo esperaré con una herramienta más
apropiada, pues cada vez tengo más información sobre su actividad.
Mis cuatro surcos de patatas |
Las horas se me fueron en adecentar los tomates, partiéndoles las guías nuevas y atarlos,
en cortar la hierbabuena ( en mi pueblo siempre fue hortelana), comerme las
primeras frambuesas rojas, etc . Tengo unas matas de hierbabuena que traje de Tetuán hace ya muchos años, porque me acostumbre a tomar, desde que hice la mili en Ceuta, té moruno, que no es otra
cosa que una infusión de té verde y hierbabuena, después de la siesta con algún dulce. Esta infusión te quita la modorra o pereza en la que hayas caído
y es como un latigazo a tu cuerpo diciendo: ¡ponte en marcha!. Parte de la
primera capa la seco, a la sombra, y luego las hojas las introduzco en un tarro
de cristal para cubrir mis necesidades durante el invierno. ¡Sí!, ya se que en
invierno no hay que desperezarse, pero si no ¿qué motivo pongo para tomar un dulce
a las cinco de la tarde?, en fin, cosas de prejubilados.
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