miércoles, 8 de mayo de 2013

¿A QUÉ ENTRAN?

   A  veces lo que más rabia me da es no encontrar el vocablo adecuado para describir la poquedad, miseria y mezquindad de algunos individuos que transitan por los ríos de esta provincia. ¿Se nota que estoy cabreado, verdad?, pues lo estoy y, además,  ya soy muy mayor para empezar a ser vulgar aunque a veces casi no puedo reprimir mi instinto reprimido de  insultar


Marca del nivel de la crecida en el Eria
   Ayer me reencontré de nuevo con mi Eria sobre las 12,30 horas y como siempre puse de rastro una ninfa faisán. En esta ocasión, tres ahogadas por arriba de la boya: un pardo brincado en marrón muy oscuro y pluma indio avellanado que da muy buenos resultado a primeros de Mayo, un Guterman 448, brincado en burdeos y el pardón.

 Cuando retiré la ninfa también quité el pardón ( creo que este año ya ha cumplido) y coloqué, además de los anteriores,  un violeta, un marrón claro y una sarnosa hembra ( la retiré y coloqué un crema con costera ).
El pardo brincado con marrón lo tomaban muy bien, había que sacarlo con tenacilla.

   Como casi siempre la primera pequeña, como no podía ser de otra forma, me agarró a la ninfa. Creo no haber comentado que cuando pesco con ninfa de rastro siempre lo hago aguas abajo, pues el codal de unos 80 cm, requiere, para ser efectivo, que esté tensado,  y aguas arriba es muy difícil conseguirlo. A partir de las 14,30 horas retiré la ninfa y monte una cuerda sin rastro y con cinco ahogadas.



   En una de las "gateras" de entrada al río me topé con un pescador que pescaba a la leonesa, me miró y  le dí las buenas tardes; me respondió con una especie de gruñido mientras giraba de nuevo la cabeza para seguir a lo suyo. Le comenté que a mí  sólo me entraba trucha pequeña y sin mirarme emitió un sonido que sólo un experto estudioso del tracto vocal podría haber determinado el lugar de su origen. Llegué sin hacer ruido y sin hacer ruido me fui como a unos cincuenta metros del personaje. A los quince minutos, cuando estaba comprobando y sacando una fotografía a una trucha de  23 cm., alguien me pregunta ¿ A qué te ha entrado?, me vuelvo y el susodicho. 

Bonita trucha reglamentaria del Eria


  A veces te preguntan -¿A qué entran?, pensando que tienes la clave, pero los que vamos mucho al río sabemos que, la verdad de hoy, será mañana mentira y que esto de la pesca es un continuo probar y, a veces, el mismo mosquito que lo has repetido en la cuerda no lo toman en una posición y sí en la otra, por eso al río hay que ir a respirar el aire fresco de esas benditas mañanas, a disfrutar de los atardeceres pensando siempre que el día de hoy no volverá y a probar y probar y probar…., ; en el río no se puede estar: ahora  quejándose del viento, luego del sol, luego casi exigiendo que el día esté nublado, pero caliente y que caigan unas gotas; por cierto hay por ahí una Ley inaplicable que dice algo así como: “ El lavar tu automóvil para hacer llover, no funcionará”. Alguna vez también tengo que aplicarme a mí mismo este pensamiento. 
Sin comentario, una imagen mejor que mil palabras
   En fin - ¿A que entran?; pues a qué van a entrar,    a los mosquitos de época de toda la vida y si no es hoy pues será mañana y si no pasado. Como afirmaba Cesáreo, un pescador de Pinilla de la Valdería: “en la cocina no se pesca”. Pescar también es conversar con otros pescadores. Por cierto, el mejor mosquito del día fue el pardo brincado con marrón oscuro, que fue con el que la pesqué. Dejo en el aire si se lo dije o no. 
Marrón claro en pardo también muy bien
Os voy a decir que yo en algunas ocasiones  consigo  quitar el mal humor que me embarga releyendo un fragmento de Hojas de Hierba de Walt Whitman, que pego:
   ¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
(Yo soy inmenso, contengo multitudes.)
Me dirijo a quienes tengo cerca y aguardo en el umbral:
¿Quién ha acabado su trabajo del día? ¿Quién terminó su cena?
¿Quién desea venirse a caminar conmigo?
Os vais a hablar después que me haya ido, cuando ya sea muy tarde para todo?Ya he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
y he dicho que el cuerpo no vale más que el alma,
y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo.
Que aquel que camina sin amor una legua siquiera, camina amortajado hacia su propio funeral.
Que tú o yo, sin tener un centavo, podemos adquirir lo mejor de este mundo.
Que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina confunden el saber que los tiempos alcanzan.
Que no hay oficio ni profesión tan bajos que el joven que los siga no pueda ser un héroe.
Que el objeto más frágil puede servir de eje a todo el universo.
Y digo al hombre o mujer que me escucha:
Que se eleve tu alma tranquila y sosegada ante un millón de mundos. Y digo a la humanidad: No te inquietes por Dios,
porque yo, que todo lo interrogo, no dirijo mis preguntas a Dios,
(No hay palabras capaces de expresar mi postura tranquila ante Dios y la muerte.)
Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no le comprendo,
ni entiendo que haya nada en el mundo que supere a mi yo.
¿Por qué he de desear ver a Dios mejor de lo que ahora le veo?
Veo algo de Dios en cada una de las horas del día, y cada minuto que contiene esas horas.
En el rostro de los hombres y mujeres, en mi rostro que refleja el espejo, veo a Dios.
Encuentro cartas de Dios por las calles, todas ellas firmadas con su nombre,
y las dejo en su sitio, pues sé que donde vaya llegarán otras cartas con igual prontitud.

Esta también tiene su momento en los aledaños del Eria.
  

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