Ya no retengo
en mi memoria cuando dejó de abrirse en León la pesca el día del padre,
aquellos madrugones que me pegaba para ir a pescar a cucharilla, siempre sólo,
aún ahora cuando tengo algún coto con los amigos cada uno toma una
dirección, porque creo que si no, sería imposible mantener el relax que
aporta el río, recuerdo que, muchos años, hacía tanto frío que se iban
congelando las anillas de la caña y, de vez en cuando, había que quitar el
hielo que se había acumulado porque impedía el paso del sedal. ¡Qué afición había!
Bueno,
bueno, y los que pescaban a cebo, que aun siendo de noche ya estaban
posicionados en la zona elegida para que no le quitase nadie “su sitio”, y
allí se tiraban horas y horas; en fin, tiempos nuevos nuevas técnicas.
Ahora andamos dándole vueltas a los perdigones, muchos se preguntan qué verá
una trucha en un perdigón, pues que va a ver, comida.
Un recuerdo para todos los padres:
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