Por la mañana huerta y por la tarde pesca, ¡que vida más perra!, la del
prejubilado. Hoy he plantado 150 cebollas de verano y 15 repollos de “corazón de buey”; también he sembrado un
surco de patatas, de las que llaman de “repundia”. Ahora parece desangelada pero, pasados unos meses, uno entra
en éxtasis bajo la sombra de los
ciruelos y peral al ver como, las diminutas plantas que uno va replantando, han alcanzado su madurez y
generosamente nos dan sus frutos cultivados sin pesticidas y sólo con abono
orgánico que me proporciona José Manuel “el Niño” de su rebaño de
ovejas. Toda la vida ha sido
“el Niño”, mucho antes de nacer Fernando Torres,
pues en la actualidad ya se acerca a los 60 años.
En fin, este arrobamiento en
el que entro en mi huerta, me
permite afrontar relajado las frustaciones de las malas jornadas de pesca que en
el río Eria, cada vez son más habituales, no obstante, siempre hay que ver la
botella medio llena y por una razón o por otra las orillas del río Eria
siempren me sorprenden con algo positivo y recuerdos nostágicos de mi juventud,
¡cuantas cucharillas perdí de joven!, cucharillas que mi tio reponía, porque
los cuatro duros que uno tenía servian a causa más justa los domingos y fiestas
de guardar.
He sacado una fotografía del ciruelo, porque estando en flor el 17 de
marzo, creo que este año ya probamos las ciruelas, ¡ pues no quedan heladas hasta el cuarenta de Mayo! y esto es todo lo que vamos a
ver de los frutos.
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